jueves, 4 de marzo de 2010

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Podría haber sido astronauta, pero no.

Yo viajaba, estaba un poco perturbado por los aeropuertos, por el ir y venir de mi trabajo, que me impedía, una vez más, concentrarme en unos cuentos que escribía sobre personas que arrojaban objetos por la ventana. Tenía en dos libretas, a la par, anotaciones sobre los personajes de mis cuentos y sobre una comisario de abordo de Aerolíneas Argentinas, a quien pude grabar, con un reproductor de MP3.
Y todo por superposición, como siempre, todo a la vez: los aviones, las ventanas, las ventanillas, las mujeres azafata, los hombres azafata, los libros que no leía, y un recuerdo que rebotaba sobre Kika haciendo fragmentos de La Voz Humana en Buenos Aires.
Una de las tantas veces que llegué, le dije; Tengo unos cuentitos, tengo La voz humana, tengo apuntes de Martha Rubio, la comisario de abordo, y tengo ganas de hacer una obra. Tengo todo, y no tengo nada. Nunca dirigí una obra. Me imagino cosas, tengo un plan, pero básicamente no tengo ninguna certeza.
Hicimos un plan de vuelo de 13 ensayos. Empezamos a coordinar movimientos, que se cruzaban con aterrizajes, con tiradas al piso, con bailecitos de cadera, con la voz de Kika, la intensidad de Kika, que me dirigía a mí, y me hacía pensar que si ese era el trabajo creativo, toda la vida iba a necesitar actrices españolas, lindas, precisas, valientes, e inconscientes.
En esa sala húmeda, pequeña, despareja, sucia, escuchamos una y otra vez las indicaciones que Martha daba en mi MP3, para que luego Kika obedeciera mientras lloraba al teléfono por aquel que se había ido para no volver.
¿Cuál es el final de los cruces impredecibles? Una obra francesa, con un director novato argentino, con una actriz española, con una comisario de abordo, con un puma, con su fe cristiana, con la historia de cada uno, con la vida que tenemos, con nuestro deseo de hacer cosas, con necesidad de hacer cosas (a veces por sistema, por deseo, por imposición, o por nada de esto)
El resultado me impactó. El trabajo se estrenó un día que llovió con fuerza. Poco antes de salir para la sala me vi de punta en blanco, esperando el momento en el que, de manera muy casera operásemos sin criterio, las cuatro luces que teníamos. De golpe, el despegue. Kika salió por una puerta minúscula, y yo estaba llorando. Ahí lo entendí todo. O todo lo que necesité entender en ese momento.
El deseo es un aeroplano destartalado. Puede planear donde se le cante. Caer o remontar vuelo, pero sin dimensión de tiempo y espacio. Ahora nos tiene flotando de un continente al otro. El tiempo pasó y la obra tuvo, afortunadamente, una versión en España, una versión en Buenos Aires, una versión chilena, y hasta una segunda parte. La actriz española y el director novato no volvieron a verse.
Que Ejercicio para una Mujer y un Puma siga en cartel en Buenos Aires, en Valencia, en Santiago o dentro de la casa de Martha Rubio, es una posibilidad honesta, de encontrarme con el deseo cada dos minutos. Kika es un órgano vivo que lo posibilita, cada vez que me cuenta que habrá funciones de la obra. Siempre vuelvo a los primeros encuentros: Kika en el piso, cantando con un cuchillo, y yo pensando, qué es lo que me reafirma sobre el teatro. Kika se volteaba, seguía cantando, y yo lo entendía todo.

Alfredo Staffolani.

sábado, 31 de octubre de 2009

En esta sala de ensayo nació Martha.




Calle Salta 745, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ARGENTINA.

viernes, 30 de octubre de 2009

Sinopsis 1



Ella, Martha Rubio, es comisaria de Abordo. Conoce la normativa de vuelo como nadie. Maneja cuatro idiomas y toma vino caliente cuando no puede dormir.

Sinopsis 2



Tenía un puma, pero debió regalarlo. Tenía una planta carnívora y la tiró por el balcón.

Sinopsis 3



Piensa en Dios pero responde a la figura de José como la posibilidad de creer en el amor.

Sinopsis 4



Llego una madrugada de una fiesta de la compañía donde trabaja y él no estaba en casa. Buscó su ropa, pero se la había llevado.